Una dulce ancianita estaba sentada en el jardín de su casa junto a su marido.
Se sirvió una copita de vino y la saboreó durante un buen rato.
Cuando la terminó, se sirvió otra copa y exclamó:
– «Te quiero tanto… No sé cómo podría haber vivido todos estos años sin ti».
Al escuchar semejante declaración de amor, el marido sonríe satisfecho, y le pregunta a su mujer:
– ¿Eres tú, o es el vino el que habla?
A lo que ella muy sonriente responde:
– «Soy yo, y estoy hablando al vino».
Porque como decía Alejandro Casona, «no hay ninguna cosa seria que no pueda decirse con una sonrisa».
Fuente: autor desconocido.