Hoy va a ser un día especial.
Lo presiento.
Después de mucho tiempo esperando, mi gran momento está muy cerca.
Desde muy jovencito he soñado con él.
Recuerdo el primer día que llegué.
Tras haber pasado los primeros meses de mi vida creciendo bajo los rayos de sol, me trajeron al que ha sido mi hogar desde entonces.
Aquí he sido mimado y cuidado con esmero por manos expertas.
Metal, madera y cristal.
Esos han sido mis aposentos.
Me he transformado poco a poco.
He adquirido nuevos sabores, aromas y colores, y hoy, por fin, todo está preparado para mí.
Llegó mi momento.
Con movimientos suaves, la mano del sumiller me ha retirado del que ha sido mi lugar en la bodega durante los últimos años.
No me puedo quejar.
Este espacio está destinado solamente para los mejores.
No en vano, en la etiqueta de la botella que me viste, se puede leer: «Gran Reserva».
Envuelto en una impoluta servilleta de hilo fino, emprendo mi camino.
Escucho risas, un suave música y el animado soniquete de una conversación, pero ahora, yo seré el centro de toda la atención.
Un preciso movimiento, y el corcho que impedía mi salida ya no está.
La luz me deslumbra, y comienzo a deslizarme por el cuello de la botella que durante los últimos años ha guardado mis secretos.
Todos los sentidos se agudizan.
Siento la frescura del cristal de la copa que ahora me contiene.
La luz aviva mi color.
Una mezcla de aromas a fruta, madera y vainilla me rodea, y mientras escucho las palabras que componen un brindis, mi destino está a punto de cumplirse: Ser deleite de los sentidos, compañero de charlas y provocador de sonrisas.